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Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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Pasaron ocho días sin que el capitán volviese a verme. Según
pude entender, no había parecido por allí desde la tarde que le
hice la buenaventura; cosa que nada tenía de raro, a lo que me
30 contó[5-12] uno de mis guardianes.

--Sepa V. (me dijo) que el Jefe se va al infierno[5-13] de vez en (p6)
cuando, y no vuelve hasta que se le antoja.--Ello es[6-1] que nosotros
no sabemos nada de lo que hace durante sus largas
ausencias.

A todo esto, a fuerza de ruegos, y como pago de haber dicho
05 serían ahorcados y que llevarían[6-2] una vejez muy tranquila, había
yo conseguido que por las tardes me sacasen de la cueva y me
atasen a un árbol, pues en mi encierro me ahogaba de calor.

Pero excuso decir que nunca faltaban a mi lado un par de
10 centinelas.

Una tarde, a eso de las seis, los ladrones que habían salido
de _servicio_[6-3] aquel día a las órdenes del _segundo de parrón_,
regresaron al campamento, llevando consigo, maniatado como
pintan a nuestro Padre Jesús Nazareno, a un pobre segador de
15 cuarenta a cincuenta años, cuyas lamentaciones partían el alma.

--¡Dadme mis veinte duros! (decía.) ¡Ah! ¡Si supierais
con qué afanes los he ganado! ¡Todo un verano segando bajo
el fuego del sol!... ¡Todo un verano lejos de mi pueblo, de
mi mujer y de mis hijos![6-4]--¡Así he reunido, con mil sudores y
20 privaciones, esa suma, con que podríamos vivir este invierno!...
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