Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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III
Ugíjar dista de Aldeire cosa de cuatro leguas de muy mal camino. No serían,[81-7] sin embargo, las nueve de la siguiente mañana 20 cuando el tío Juan Gómez, vestido con su calzón corto de punto azul y sus bordadas botas blancas de los días de fiesta, hallábase ya en el despacho de D. Matías de Quesada, hombre de mucha edad y mucha salud, doctor en ambos Derechos[81-8] y autor de la mayor parte de los _entuertos_ contra la justicia que 25 se hacían por entonces en aquella tierra. Había sido toda su vida lo que se llama un abogado picapleitos, y estaba riquísimo y muy bien relacionado en Granada y Madrid. Oído que hubo[81-9] la historia de su digno compadre, y después de examinar atentamente el pergamino, díjole que, en su opinión, nada de aquello olía a tesoro: que el nicho en que 30 halló el tubo debió de ser[81-10] un _babuchero_,[81-11] y que el escrito le parecía una especie de oración que los moros suelen (p82) leer todos los viernes[82-1] por la mañana.... Pero que, sin embargo, no siéndole a él completamente conocida la lengua árabe, remitiría el documento a Madrid a un condiscípulo suyo que estaba empleado en la Comisaría de los Santos Lugares,[82-2] a fin de que 05 lo enviara a Jerusalén, donde lo traducirían al castellano; por todo lo cual sería conveniente mandarle al madrileño un par de onzas de oro,[82-3] en letra,[82-4] para una jícara de chocolate. Mucho lo pensó el tío Juan Gómez antes de pagar un chocolate tan caro (que resultaba a diez mil doscientos cuarenta 10 reales la libra); pero tenía tal seguridad en lo del _tesoro_[82-5] |
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