Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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romanos, y antes aquellos otros africanos que se llamaban los
cartagineses:[92-5] ¡con el título de la conquista! Pero conozco, vuelvo a decir, que por la presente[92-6] la cosa anda mal, y que 10 muy pronto tendré que trasladarme a Marruecos con mis cuarenta y tres hijos, suponiendo que[92-7] los austriacos no me cojan en la primera batalla y me cuelguen de un alcornoque, como yo los colgaría a todos ellos si pudiera. «Pues bien: al salir de esta _Torre_ para emprender la última 15 y decisiva campaña dejo escondidos aquí, en sitio a que no podrá llegar nadie sin topar primero con el presente manuscrito, todo mi oro, toda mi plata, todas mis perlas; el tesoro de mi familia; la hacienda de mis padres, mía y de mis herederos; el caudal de que soy dueño y señor por ley divina y humana, como 20 es del ave la pluma que cría, o como son del niño los dientes que echa con trabajo, o como son de cada mortal los malos humores de cáncer o de lepra que hereda de sus padres. «¡Detente, por tanto, oh tú, moro, cristiano o judío que, habiéndote puesto a derribar esta mi casa, has llegado a descubrir 25 y leer los renglones que estoy escribiendo! ¡Detente, y respeta el arca de tu prójimo![92-8] ¡No pongas la mano en su caudal! ¡No te apoderes de lo ajeno! Aquí no hay nada del fisco, nada de dominio público, nada del Estado. El oro de las minas podrá pertenecer a quien lo descubra, y una parte de 30 él al Rey del territorio. Pero el oro fundido y acuñado, el dinero, la moneda, es de su dueño, y nada más que[92-9] de su dueño. ¡No me robes, pues, mal hombre! ¡No robes a mis descendientes, que ya vendrán, el día que esté escrito,[92-10] a recoger su herencia! Y si es que buenamente, por casualidad, encuentras (p93) |
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