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Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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_Manos-gordas_ quedó profundamente preocupado con la nueva
lectura de este documento, no por las máximas morales y por
las espantosas maldiciones que contenía, pues el pícaro había
perdido la fe en Alah y en Mahoma de resultas de[93-5] su frecuente
25 trato con los cristianos y judíos de Tetuán y Ceuta, que,
naturalmente, se reían del Corán,[93-6] sino por creer que su cara,
su acento y algún otro signo musulmán de su persona le impedían
trasladarse a España, donde se vería expuesto a muerte segura
tan luego como cualquier cristiano o cristiana descubriese en él
30 a un enemigo de la Virgen María.
(p94)
Además, ¿qué apoyo (a juicio de _Manos-gordas_) podría hallar
en las leyes ni en las autoridades de España un extranjero,
un mahometano, un semi-salvaje, para adquirir la _Torre de Zoraya_,
para hacer excavaciones en ella, para entrar en posesión
05 del tesoro o para no perderlo inmediatamente con la vida?

--¡No hay remedio!--díjose por remate de largas reflexiones.--¡Tengo
que confiarme al _renegado_ ben-Munuza! Él es
español, y su compaña[94-1] me librará de todo peligro en aquella
tierra. Pero como no existe bajo la capa del cielo un hombre
10 de peor alma que el tal renegado, no me estará de más[94-2] tomar
algunas precauciones.

Y en virtud de esta cavilación sacó del bolsillo avíos de escribir,
redactó una carta, púsole el sobre, pególo con un poco de
pan mascado, y echóse a reír de una manera diabólica.

15 En seguida fijó los ojos en su mujer, que continuaba haciendo
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