Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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tomó la senda que llevaba a la cumbre del inmediato cerro.
XI Pasada la cumbre, no tardó en descubrir en la cañada próxima a un corpulento moro vestido de blanco, el cual araba patriarcalmente la negruzca tierra con auxilio de una hermosa 20 yunta de bueyes. Parecía aquel hombre la estatua de la Paz tallada en mármol. Y, sin embargo, era el triste y temido _renegado_ ben-Munuza, cuya historia os causará espanto cuando la conozcáis. Contentaos por lo pronto con saber que tendría cuarenta años, 25 y que era rudo, fuerte, ágil y de muy lúgubre fisonomía, bien que sus ojos fuesen azules como el cielo y rubias sus barbas como aquel sol de África que había dorado a fuego[96-5] la primitiva blancura europea de su semblante. --¡Buenos días, _Manos-gordas_!--gritó en castellano el antiguo 30 español, tan luego como divisó al marroquí. Y su voz expresó la alegría melancólica propia del extranjero que halla ocasión de hablar la lengua patria. (p97) --¡Buenos días, Juan Falgueira!--respondió sarcásticamente ben-Carime. |
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