Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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Ni mis amenazas, ni mis ruegos, bastaron a disuadirle de su 25 propósito. ¡Era cosa resuelta! ¡Cambiaría el morrión[16-7] por la boina,[16-8] odiando como odiaba mortalmente a los facciosos! A la sazón nos hallábamos en el Principado,[16-9] a tres leguas del enemigo. Era la noche en que Ramón debía desertar, noche lluviosa 30 y fría, melancólica y triste, víspera de una batalla. A eso de las doce entró Ramón en mi alojamiento. Yo dormía. (p17) --Basilio....--murmuró a mi oído. --¿Quién es? --Soy yo.--¡Adiós! --¿Te vas ya? 05 --Sí; adiós. Y me cogió una mano. --Oye... (continuó); si mañana hay, como se cree, una batalla, y nos encontramos en ella.... |
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