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Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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de aquel horror, mientras fingía picar un cigarro[60-2] negro de los
10 de entonces....

Iwa jadeaba como un perro próximo a rabiar.... Venía con
la cabeza descubierta, amarillo como un desenterrado, con dos
rosetas encarnadas en lo alto de las mejillas y con los ojos
llameantes, pero caídos...: ¡hecho,[60-3] en fin, un Cristo en la
15 calle de la Amargura[60-4]!...

--_¡Mí querer morir!_[60-5] _¡Matar a mi, por Dios!_--balbuceaba
el extranjero con las manos cruzadas.

Los españoles se reían de aquellos disparates, y le llamaban
_franchute_,[60-6] _didon_ y otras cosas.

20 Dobláronse al fin las piernas de Iwa, y cayó redondo[60-7] al
suelo.

Yo respiré, porque creí que el pobre había dado su alma a
Dios.

Pero un pinchazo que recibió en un hombro le hizo erguirse
25 de nuevo.

Entonces se acercó a este barranco para precipitarse y
morir....

Al impedirlo los soldados, pues no les acomodaba que
muriera su prisionero, me vieron aquí con mi mulo, que, como
30 he dicho, estaba cargado de barrilla.
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