Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Becquer
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arrojó al suelo, se arrastró por la tierra besando los pies de los
unos, abrazándose á las rodillas de los otros, implorando en su ayuda á la Virgen y á los Santos, cuyos nombres sonaban en su condenada boca como una blasfemia. Pero los mozos, así hacían caso de sus lamentos como yo de la lluvia cuando estoy bajo techado.--Yo soy una pobre vieja que no he hecho daño á nadie: no tengo hijos ni parientes que me vengan á amparar; ¡perdonadme, tened compasión de mí! aullaba la bruja; y uno de los mozos, que con la una mano la había asido de las greñas, mientras tenía en la otra la navaja que procuraba abrir con los dientes, la contestaba rugiendo de cólera: ¡Ah, bruja de Lucifer, ya es tarde para lamentaciones, ya te conocemos todos!--¡Tú hiciste un mal á mi mulo, que desde entonces no quiso probar bocado, y murió de hambre dejándome en la miseria! decia uno.--¡Tú has hecho mal de ojo á mi hijo, y lo sacas de la cuna y lo azotas por las noches! añadia el otro; y cada cual exclamaba por su lado: ¡Tú has echado una suerte á mi hermana! ¡Tú has ligado á mi novia! ¡Tú has emponzoñado la hierba! ¡Tú has embrujado al pueblo entero![2] [Footnote 1: sería = ' it must have been,'] [Footnote 2: Accusations commonly made against those deemed guilty of witchcraft.] Yo permanecía inmóvil en el mismo punto en que me había sorprendido aquel clamoreo infernal, y no acertaba á mover pie ni mano, pendiente del resultado de aquella lucha. La voz de la tía Casca, aguda y estridente, dominaba el tumulto de todas las otras voces que se reunían para acusarla, dándole en el rostro con sus delitos, y siempre gimiendo, siempre sollozando, seguía |
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