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Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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--Y ¿no volvió V. a ver a aquellos soldados? ¿No sabe V.
10 cómo se llamaban?0

--No, señor; pero, por las señas que me dió más tarde la
viejecita que cuidó al polaco, supe[63-2] que uno de los dos
españoles tenía el apodo de _Risas_, y que aquél era justamente el
que había matado y robado al pobre extranjero.

15 En esto nos alcanzó la galera: el viejo y yo subimos al
camino; nos apretamos la mano, y nos despedimos muy contentos
el uno del otro.--¡Habíamos llorado juntos!




III


Tres noches después tomábamos café varios amigos en el
precioso casino de Almería.

20 Cerca de nosotros, y alrededor de otra mesa, se hallaban dos
viejos, militares retirados, Comandante el uno y Coronel el otro,
según dijo alguno que los conocía.

A pesar nuestro, oíamos su conversación, pues hablaban tan
alto como suelen los que han mandado mucho.

25 De pronto hirió mis oídos y llamó mi atención esta frase del
Coronel:
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