Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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Pusiéronse, pues, en cuclillas los circunstantes, inclusos 20 los polizontes y el mismo Concejal,[74-4] y comenzaron a ayudarle al _tío Buscabeatas_ en aquella singular comprobación, diciendo todos a un mismo tiempo con pueril regocijo: --¡Nada! ¡Nada! ¡Es indudable! ¡Miren Vds.!--Éste es de aquí.... Ése es de ahí.... Aquélla es de 25 éste.... Ésta es de aquél.... Y las carcajadas de los grandes se unían a los silbidos de los chicos, a las imprecaciones de las mujeres, a las lágrimas de triunfo y alegría del viejo hortelano y a los empellones que los guindillas daban ya al convicto ladrón, como impacientes por 30 llevárselo[74-5] a la cárcel. Excusado es decir que los guindillas tuvieron este gusto; que el tío Fulano vióse obligado desde luego a devolver al revendedor los quince duros que de él había percibido; que el revendedor se los entregó en el acto al _tío Buscabeatas_,(p75) y que éste se marchó a Rota sumamente contento, bien que fuese diciendo[75-1] por el camino: --¡Qué hermosas estaban en el mercado! ¡He debido traerme[75-2] a _Manuela_, para comérmela[75-3] esta noche y guardar 05 las pepitas! Noviembre de 1877. |
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