Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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redonda individualidad, que descansaba en el asiento.--¿Qué
santo se habrá empeñado para que mi tío se acuerde de mí? ¡Quince años hace que resido en esta tierra usurpada a Mahoma, 15 y cata aquí[84-6] la primera vez que me escribe aquel abencerraje, [84-7] sin embargo de haberle yo escrito cien veces a él! ¡Sin duda me necesita para algo! Y, dicho esto,[84-8] abrió la epístola (procurando que no la leyese la _Pepa_ de la posdata), y apareció, crujiente y tratando de 20 arrollarse por sí propio,[84-9] el amarillento pergamino. --¿Qué nos envía?--preguntó entonces la mujer, gaditana[84-10] y rubia por más señas,[84-11] y muy agraciada y valiente a pesar de sus cuarenta agostos. --¡Pepita, no seas tan curiosa!... Yo te lo diré, si debo 25 decírtelo, luego que me entere. ¡Mil veces te he advertido que respetes mis cartas!... --¡Advertencia propia de un libertino como tú! En fin, ¡despacha! y veamos si yo puedo saber qué papelote[84-12] te manda tu tío. ¡Parece un billete de Banco del otro mundo! 30 En tanto que[84-13] su mujer decía aquellas cosas y otras, el músico leyó la carta, y maravillóse hasta el extremo de ponerse de pie sin esfuerzo alguno. Tenía, sin embargo, tal hábito de disimular, que acertó a decir muy naturalmente: (p85) |
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