Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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La mujer del abogado no respondió palabra, y siguió haciendo calceta como un autómata. V 25 Dos semanas después, un hermosísimo día de Enero, como sólo los hay en el Norte de África y en el Sur de Europa, tomaba el sol en la azotea de su casa de dos pisos el maestro de capilla de la catedral de Ceuta con la tranquilidad de quien ha tocado el órgano en misa mayor y se ha comido 30 luego una libra de boquerones, otra de carne y otra de pan, con su correspondiente dosis de vino de Tarifa.[83-9] (p84) El buen músico, gordo como un cebón y colorado como una remolacha, digería penosamente, paseando su turbia mirada de apoplético por el magnífico panorama del Mediterráneo, y del Estrecho de Gibraltar, del maldecido Peñón[84-1] que le da nombre, 05 de las cercanas cumbres de Anghera[84-2] y Benzú[84-3] y de las remotas nieves del Pequeño Atlas, cuando sintió acelerados pasos en la escalera y la argentina voz de su mujer, que gritaba gozosamente: --¡Bonifacio! ¡Bonifacio! ¡Carta de Ugíjar! ¡Carta de tu tío! ¡Y vaya si es gorda![84-4] 10 --¡Hombre![84-5]--respondió el maestro de capilla, girando como una esfera o globo terráqueo sobre el punto de su |
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