Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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Tarajar, diéronse un punto de descanso a la orilla del arroyuelo
25 de agua potable que lo atraviesa, procedente de las alturas de Sierra-Bullones; y en aquella tan segura y áspera soledad, que parecía recién salida[90-8] de manos del Criador y no estrenada todavía por el hombre; a la vista de un mar solitario, únicamente surcado, tal o cual[90-9] noche de luna, por cárabos de piratas o buques oficiales de Europa encargados de perseguirlos, 30 30 la mora se puso a lavarse y peinarse, y el moro sacó el manuscrito y volvió a leerlo con tanta emoción como la primera vez. Decía así el pergamino árabe: (p91) «La bendición de Alah sea con los hombres buenos que lean estas letras. «No hay más gloria que la de Alah, de quien Mahoma fué y es, en el corazón de los creyentes, profeta y enviado. 05 «Los hombres que roban la casa del que está en la guerra o en el destierro viven bajo la maldición de Alah y de Mahoma, y mueren roídos de escarabajos y cucarachas. «¡Bendito sea, pues, Alah, que crió estos y otros bichos para que se coman[91-1] a los hombres malos! 10 «Yo soy el caid _Hassan-ben-Jussef_, siervo de Alah, aunque malamente he sido llamado D. Rodrigo de Acuña por los sucesores de los perros cristianos que, haciéndoles fuerza y violando solemnes capitulaciones, bautizaron con una escoba, a guisa de |
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