Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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--¿En cuál?--preguntó cómicamente ben-Carime, alzando
10 mucho la cara y no mirando a parte alguna, como quien se dispone a oír sandeces y majaderías. --¡Tú no has caído en que yo sería tonto de capirote[99-2] si me marchase contigo a España a ponerte en posesión de... medio tesoro, contando con que tú me pondrías a mí en posesión 15 del otro medio! Lo digo porque no tendrías más que pronunciar media palabra el día que llegásemos a Aldeire y te creyeses libre de peligros, para zafarte de mi compañía y de darme la mitad de las halladas riquezas.... ¡En verdad que no eres tan listo como te figuras, sino un pobre hombre, digno 20 de lástima, que te has metido en un callejón sin salida al descubrirme las señas de ese gran tesoro y decirme al mismo tiempo que conoces mi historia, y que, si yo fuera contigo a España, serías dueño absoluto de mi vida!... Pues ¿para qué te necesito yo a ti? ¿Qué falta me hace tu ayuda para ir a apoderarme 25 del tesoro entero? ¿Ni[99-3] qué falta me haces en el mundo? ¿Quién eres tú, desde el momento en que me has leído ese pergamino, desde el momento en que puedo quitártelo? --¿Qué dices?--gritó _Manos-gordas_, sintiendo de pronto circular por todos sus huesos el frío de la muerte. 30 --No digo nada.... ¡Toma!--respondió Juan Falgueira, asestando un terrible golpe con la barra de hierro sobre la cabeza de ben-Carime, el cual rodó en tierra, echando sangre por ojos, narices y boca, y sin poder articular palabra.... El desgraciado estaba muerto. |
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