Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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(p100) XII Tres o cuatro semanas después de la muerte de _Manos-gordas,_ el veintitantos[100-1] de Febrero de 1821, nevaba si había que nevar[100-2] en la villa de Aldeire y en toda la elegantísima sierra andaluza,[100-3] a que la propia nieve da vida y nombre. 05 Era domingo de Carnaval, y la campana de la iglesia llamaba por cuarta vez a misa, con su voz delgada y pura como la de un niño, a los ateridos cristianos de aquella feligresía demasiado próxima al cielo, los cuales no se resignaban fácilmente, en día tan crudo y desapacible, a dejar la cama o a separarse de los 10 tizones, alegando acaso, como pretexto, que «los días de Carnestolendas no se debe rendir culto a Dios, sino al diablo.» Algo semejante decía por lo menos el tío Juan Gómez a su piadosa mujer, la seña[100-4] Torcuata, defendiéndose, en el rincón del fuego, de los argumentos con que nuestra amiga le rogaba 15 que no bebiera más aguardiente ni comiese más roscos, sino que la acompañase a misa, a fuer de buen cristiano, sin miedo alguno a las críticas del maestro de escuela y demás electores liberales; y muy enredada estaba la disputa cuando cata aquí[100-5] que entró en la cocina el tío Jenaro, mayoral de los pastores 20 de su merced, y dijo, quitándose el sombrero y rascándose la cabeza, todo de un solo golpe:[100-6] |
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