Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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--¡Buenos días nos dé Dios, señor Juan y señá Torcuata! Ya se harán ustedes cargo[100-7] de que algo habrá sucedido por allá arriba para que yo baje por aquí con tan mal tiempo, no 25 tocándome oír misa este domingo. ¿Cómo va de salud? --¡Vaya! ¡vaya! ¡no espero más!--exclamó la mujer del alcalde, cruzándose la mantilla[100-8] con violencia.--¡Estaría de Dios[100-9] que hoy echases la misa en el puchero![100-10] ¡Ya tienes ahí conversación y copas para todo el día, sobre si [100-11] 30 las cabras están preñadas o sobre si los borregos han echado cuernos! (p101) ¡Te condenarás, Juan; te condenarás si no haces pronto las paces con la Iglesia dejando la maldita alcaldía! Marchado que se hubo[101-1] la seña Torcuata, el Alcalde alargó un rosco y una copa al mayoral, y le dijo: 05 --¡Simplezas de mujeres, tío Jenaro! Arrímese usted a la lumbre y hable. ¿Qué ocurre por allá arriba? --¡Pues nada! que ayer tarde el cabrero Francisco vió que un hombre, vestido a la malagueña, con pantalón largo y chaquetilla de lienzo, y liado en una manta de muestra,[101-2] se había 10 metido en el _corral nuevo_ por la parte que todavía no tiene tapia, y rondaba la _Torre del Moro_, estudiándola y midiéndola come si fuese un maestro de obras.[101-3] Preguntóle Francisco qué significaba aquello, y el forastero le interrogó a su vez _quién era el dueño de la Torre_; y como Francisco le dijese que _nada menos |
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