Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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Al amanecer del siguiente día salía Pío VII de su palacio entre esbirros y gendarmes, saltando sobre los escombros de las puertas, sin más comitiva que el cardenal Pacca, ni más restos de su grandeza mundanal que un _papetto_, moneda 15 equivalente a cuatro reales de vellón,[50-3] que llevaba en el bolsillo. En las afueras de la puerta del Popolo[50-4] lo esperaba una silla de posta, a la cual le hicieron subir, y después de esto cerraron las portezuelas con una llave, que Radet entregó a un gendarme 20 de caballería. Las persianas del lado derecho, en que se sentó el Papa, estaban clavadas, a fin de que no pudiese ser visto.... IV --¡En esa silla lo encontré yo!...--¿Ven ustedes cómo no miento? 25 --Hace V. bien en interrumpirme, Capitán; porque yo he terminado, y el resto queremos oírlo de labios de V.... --Pues voy allá,[50-5] señores míos. |
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