Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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aquellam buena acción!); y, a pesar de que aquello la comprometía,
guardábalo escondido en su cueva, cerca de la Alcazaba[59-1].... Allí fué donde, la noche antes, dos soldados españoles, que iban a reunirse á su batallón, y que por casualidad entraron a 05 encender un cigarro en el candil[59-2] de aquella solitaria vivienda, descubrieron al pobre polaco, el cual, echado en un rincón, profería palabras de su idioma en el delirio de la [calentura.] --¡Presentémoslo a nuestro jefe! (se dijeron los españoles). Este bribón será fusilado mañana, y nosotros alcanzaremos 10 un empleo. Iwa, que así se llamaba el polaco, según luego me contó la viejecita, llevaba[59-3] ya seis meses de tercianas, y estaba muy débil, muy delgado, casi hético. La buena mujer lloró y suplicó, protestando que el extranjero 15 no podía ponerse en camino sin caer muerto a la media hora[59-4].... Pero sólo consiguió ser apaleada por su falta de «_patriotismo_». --¡Todavía no se me ha olvidado[59-5] esta palabra, que antes no había oído pronunciar nunca! 20 En cuanto al[59-6] polaco, figúrese V. cómo miraría[59-7] aquel lance. --Estaba postrado por la fiebre, y algunas palabras sueltas que salían de sus labios, medio polacas, medio españolas, hacían reír a los dos militares. |
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