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Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Becquer
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--En acosar y perseguir á los infelices pastores que se arriesgan por
esa parte de monte, ya haciendo ruido entre las matas, como si fuese
un lobo, ya dando quejidos lastimeros como de criatura, ó
acurrucándose en las quiebras de las rocas que están en el fondo del
precipicio, desde donde llama con su mano amarilla y seca á los que
van por el borde, les clava la mirada de sus ojos de buho, y cuando el
vértigo comienza á desvanecer su cabeza, da un gran salto, se les
agarra á los pies y pugna hasta despeñarlos en la sima.... ¡Ah,
maldita bruja! exclamó después de un momento el pastor tendiendo el
puño crispado hacia las rocas como amenazándola; ¡ah! maldita bruja,
muchas hiciste en vida, y ni aun muerta hemos logrado que nos dejes en
paz; pero, no haya cuidado, que á tí y tu endiablada raza de
hechiceras os hemos de aplastar una á una como á víboras.

--Por lo que veo, insistí, después que hubo concluído su extravagante
imprecación, está usted muy al corriente de las fechorías de esa
mujer. Por ventura, ¿alcanzó usted á conocerla? Porque no me parece de
tanta edad como para haber vivido en el tiempo en que las brujas
andaban todavía por el mundo.

Al oir estas palabras el pastor, que caminaba delante de mí para
mostrarme la senda, se detuvo un poco, y fijando en los míos sus
asombrados ojos, como para conocer si me burlaba, exclamó con un
acento de buena fe pasmosa:--¡Que no le parezco á usted de edad
bastante para haberla conocido! Pues ¿y si yo le dijera que no hace
aún tres años cabales que con estos mismos ojos que se ha de comer la
tierra, la ví caer por lo alto de ese derrumbadero, dejando en cada
uno de los peñascos y de las zarzas un jirón de vestido ó de carne,
hasta que llegó al fondo donde se quedó aplastada como un sapo que se
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