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Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón
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blancos como la nieve, infundían juntamente reverencia y confianza.
Sólo contemplando la cara de mi buen padre y la de
algunos santos de mi devoción, había yo experimentado hasta
10 entonces una emoción por aquel estilo.

El sacerdote que acompañaba a Su Santidad era también muy
viejo, y en su semblante, contraído por el dolor y la indignación,
se descubría al hombre de pensamientos profundos y de acción
rápida y decidida. Más parecía un general que un apóstol.

15 Pero ¿era cierto lo que veíamos? ¿El Pontífice preso, caminando
en el rigor del estío, con todo el ardor del sol, entre
dos groseros gendarmes, sin más comitiva que un sacerdote,
sin otro hospedaje que el portal de una casa de postas, sin otra
almohada que una silla de madera?

20 En tan extraordinario caso, en tan descomunal atropello, en
tan terrible drama, sólo podía mediar un hombre más extraordinario,
más descomunal, más terrible que cuanto veíamos[48-1]....--El
nombre de NAPOLEÓN circuló por nuestros labios.
¡Napoleón nos tenía también a nosotros en el interior de
25 Francia! ¡Napoleón había revuelto el Oriente,[48-2] encendido en
guerra nuestra patria, derribado todos los tronos de Europa!--¡Él
debía de ser quien arrancaba al Papa de la Silla de San
Pedro[48-3] y lo paseaba así por el Imperio francés, como el pueblo
judío paseó al Redentor por las calles de la ciudad deicida!

30 Pero ¿cuál era la suerte del beatísimo prisionero? ¿Qué
había ocurrido en Roma? ¿Había una nueva religión en el
Mediodía de Europa? ¿Era papa Napoleón?
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